LA SIRENA Y TELEMACO

(CUENTO)

Había una vez, en las profundidades del río Huayabamba, vivía una sirena llamada Yaku, su cabello era rubio y con risos, cuyo canto era tan dulce que atraía a todos los peces y aves del lugar. Una noche, mientras nadaba cerca al puerto de Pachiza, vio a un joven llamado Telémaco, que había venido a pescar en el río. Yaku se enamoró perdidamente de él y, desde ese día, su canto se volvió aún más hermoso, esperando atraerlo al Joven a las aguas del río.

Telémaco, sin saber que la sirena lo amaba en secreto, regresaba cada día al río, atraído por los peces y escuchaba la melodía que parecía venir de las profundidades del agua. Yacu, cada vez más valiente, comenzó a mostrar su presencia, y pronto, una noche de luna llena Telémaco la vio. Aunque al principio se sorprendió, pronto se enamoró de la hermosa sirena.

A pesar de las advertencias de los ancianos de Pachiza, que decían que el canto de la sirena era un hechizo que atraía a los hombres hacia una muerte segura, Telémaco no pudo resistir la llamada de Yacu. Cada noche, dejaba su tarrafa y se acercaba un poco más al medio del río, hasta que finalmente, una noche, decidió seguir el canto hasta su origen.

Yacu, al verlo acercarse, salió del agua y se sentó en una roca, mirándolo con ojos brillantes. Telémaco, hipnotizado por su belleza, se acercó a ella sin miedo. Yacu, con una voz que era como un susurro del viento, le habló por primera vez: Telémaco, ¿por qué has venido? Sabes que mi canto es peligroso para los mortales. Telémaco, sin temor, respondió: Sí, lo sé. Pero no puedo evitarlo. Tu canto es como un hechizo que me atrae hacia ti. A además, no creo que seas peligrosa para mí. Yacu sonrió, y su sonrisa iluminó la noche. 'Eres valiente, Telémaco', dijo. Pero debes saber que mi amor es peligroso. Si me amas, debes amarme por siempre, porque si me dejas, mi corazón se romperá en mil pedazos y mi canto se convertirá en un lamento que atraerá a todos los peces del río hacia la muerte.

Telémaco, sin dudarlo, respondió: Te amo, Yacu. Y te amaré por siempre. Yacu se levantó, y lo abrazó y lo llevo al fondo del río, ahí había un palacio submarino escondido entre las rocas. Desde esa noche, se convirtieron en amantes, y su amor fue tan fuerte que Telémaco se olvidó de su familia

Telémaco, sin embargo, tenía una vida en Pachiza. Estaba casado con una mujer llamada Akira y tenía dos hijos pequeños. Su amor por Yacu lo había hecho olvidar que tenía su familia y además estaba hechizado por la sirena. Paso un tiempo, el comenzó a recordar a su familia, el hechizo se estaba desvaneciendo, el comenzó a llenarse de culpa y conflictos. Sabía que no podía dejar a su familia, pero tampoco podía resistir el hechizo de la sirena.

Yacu, sin embargo, se percató que Telémaco estaba pensando en regresar a Pachiza, y ella no tenía la intención de dejarlo ir.

Yacu, con una sonrisa cruel, le reveló su verdadero plan: Telémaco, eres mío ahora. No te dejaré regresar con tu familia. Aquí, en el fondo del río, serás mi prisionero y mi amante para siempre. Telemaco, horrorizado, se dio cuenta de que había cometido un error en seguir el canto de la sirena. Pero era demasiado tarde, y se encontró atrapado en el palacio submarino, sin escapatoria.

Paso un tiempo. Yacu, confiada en su poder y en la devoción de Telémaco, accedió a su pedido de Telémaco, que quería traerle flores de la orilla del rio. Y lo dijo: Ve, trae las flores más hermosas para mí. Telémaco, con el corazón lleno de esperanza, nadó hacia la superficie y emergió en la orilla del río Huayabamba. Pero en lugar de buscar flores, corrió hacia Pachiza, donde su familia lo creía muerto.

Akira, su esposa, al verlo aparecer, creyó que era un espíritu. Pero Telémaco la abrazó y le contó toda la verdad sobre su cautiverio y su plan de escape. Juntos, decidieron que era hora de dejar el pueblo y buscar un nuevo hogar, lejos del río Huayabamba y de la sirena que lo había encantado. Telémaco, Akira y sus hijos viajaron durante días, hasta llegar al Pajatén, un valle escondido en las montañas de donde sus ancestros habían venido a vivir en Pachiza, donde el río Huayabamba no podía alcanzarlos. Allí, comenzaron una nueva vida, lejos del hechizo de la sirena.

Pero Yacu, al darse cuenta de que había sido engañada, se enfureció. Su canto se convirtió en un grito de rabia que retumbó en todo el valle. Y desde ese día, se dice que la sirena del río Huayambamba buscaba venganza contra Pachiza.

Yacu, la sirena, buscó a Telémaco durante años, pero nunca lo encontró. Cada cierto tiempo, su dolor y su rabia la llevaban a hacer que el río Huayabamba se desbordara, inundando las casas de Pachiza y asi ubicar a Telémaco entre los pobladores, con el tiempo su canto se fue apagando, y su belleza se fue desvaneciendo.

Los habitantes de Pachiza, cansados de las inundaciones y del miedo, decidieron buscar ayuda. Construyeron una muralla y logró contener las inundaciones y proteger las casas del pueblo. Pero la sirena Yacu, al ver que su poder había sido derrotado, se enfureció aún más. Decidió dejar el río Huayabamba y buscar un nuevo hogar donde pudiera seguir cantando y hechizando a los mortales. Así, la sirena Yacu se dirigió hacia el río Amazonas, el más grande y poderoso de todos los ríos. Allí, se sumergió en sus aguas y desapareció de la vista de los mortales. Pero se dice que, en las noches de luna llena, su canto todavía se puede escuchar, atrayendo a los navegantes hacia las profundidades del río.

En Pachiza, los habitantes suspiraron aliviados al ver que la sirena se había ido. Pero nunca olvidaron la lección que habían aprendido: que el poder de la naturaleza no debe ser subestimado, y que las sirenas siempre serán un misterio y un peligro para los mortales.

Finalmente, en Pachiza se convirtió en una leyenda, un cuento que se contaba en las noches de luna llena, para advertir a los jóvenes sobre el peligro de ir solos en la noche a las orillas del rio Huayabamba.

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Autor: RGM

Publicado: 25-07-2024

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